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Mensaje por Maxwell Boyd Lun Mayo 25, 2015 6:36 pm

La tierra siempre ha sido un mundo de héroes. Antes de que la humanidad fuera llevada al borde de la extinción, nuestro mundo ya había visto nacer a seres extraordinarios, seres que cambiarían por completo nuestra manera de ver el universo.
Nuestro planeta vio una era sin precedentes en la que hombres y mujeres trataron de cambiar el destino de una raza entera. Nunca hubo una paz absoluta, es cierto, sin embargo, mientras existieran, mientras siguieran luchando, siempre habría esperanza para todos.

Entonces llegó la tormenta más grande que el hombre hubiera visto. Una lluvia de meteoritos roció la superficie terrestre durante tres días enteros en los que, de nuevo, los héroes estarían presentes para evitar que la civilización entrara en caos absoluto. A pesar del desastre, la humanidad podía seguir caminando, y entonces se levantó, más fuerte y orgullosa que antes, segura de que no había nada en el universo que pudiera amenazar su existencia mientras sus héroes vivieran para protegerlos. Nadie contaba con que la tormenta era el simple preludio de la más oscura de las edades.

En un principio parecía que las estrellas habían traído consigo el mejor de los regalos; durante los días posteriores a la tormenta, comenzaron a nacer cientos de miles de hombres, mujeres y niños con poderes extraordinarios, un hecho sin precedentes que solo podía ser comparado con una especie de evolución acelerada. En tan solo siete meses, la población de superdotados se estimaba en más de 18 millones.

En este punto pudieron suceder muchas cosas. Junto a este despertar masivo también nació el miedo, las teorías y las conspiraciones. Sus héroes del pasado seguían allí, pero ahora existían otros muchos seres igual de extraordinarios y capaces de hacer un cambio para bien o para mal. Quedó en el pensamiento de los hombres la duda sobre lo que iba a pasar con su sociedad y su civilización.

Los gobiernos del mundo no tuvieron demasiado tiempo para preocuparse por organizar y controlar el nuevo orden que reinaba en el mundo. A tan solo diez meses de la lluvia de meteoritos, el despertar de las abominaciones inició la carnicería que nos llevaría al borde de la extinción. En cada rincón del planeta se comenzaron a registrar ataques masivos de seres descritos como terribles y grotescos que despedazaban todo a su paso. El mundo no tardó mucho en darse cuenta que era la propia humanidad la que se estaba convirtiendo en aquellos seres. Padres, hijos, hermanos; repentinamente comenzaban a contorsionarse entre alaridos de dolor mientras sus piernas, cabezas y brazos se transformaban en réplicas de las peores pesadillas de la más retorcida de las mentes, para luego asesinar y/o devorar a su familia y amigos.

Actualmente los números siguen siendo teóricos, pero se estima que un tercio de la población mundial fue infectada por lo que sea que trajo consigo la lluvia de meteoritos. Seis mil millones de almas transformadas, de la nada, en las más terribles aberraciones infernales. Los que se habían convertido en superhéroes habían tenido suerte, pero el resto, no tanto. Los humanos que no habían sufrido ni un cambio ni otro eran cada vez menos.

Aun en esas circunstancias, lo que quedaba de humanidad se aferró a lo que siempre se había aferrado. Los héroes, viejos y nuevos, hombro a hombro junto a las abatidas y aisladas fuerzas armadas del mundo, trataron de combatir el apocalipsis que se avecinaba. Como he dicho, 18 millones parecieron de pronto bastante pocos.

Héroes y hombres cayeron por millones. Apenas con recursos o tiempo para organizarse, la humanidad fue cediendo terreno ante un rival que no obedecía conciencia, instinto o patrón alguno. Pero más que el número, más que la bestialidad con la que se abalanzaban contra sus objetivos, lo que realmente mermaba el espíritu de cualquier resistencia era pánico absoluto que generaba ver a un abominable tomar una vida. Muchos devoraban por completo a sus víctimas, pero la humanidad comenzó a ver con horror que el objetivo de aquellos seres no era alimentarse o seguir algún instinto animal, el objetivo parecía simplemente despedazar y aniquilar, con todo el sadismo posible, a cada ser vivo que caminara, se arrastrara o volara sobre la tierra.

Nueve días bastaron para que los abominables acabaran con casi todo lo que alguna vez conocimos, entonces apareció la figura de un hombre cuyo nombre quedará grabado en la conciencia de la humanidad durante el tiempo que le reste. Mark Morrison, conocido en ese entonces como Dr. Atom,  un héroe de ingenio extraordinario que obtuvo sus dotes gracias a la tormenta, logró condensar la energía subatómica y creó el llamado Escudo de los Dioses, un dispositivo capaz de generar un campo de energía que no solo repelía a los abominables, sino que además carecía de efecto alguno en los seres humanos. Tal suceso le permitió a la humanidad atrincherarse y seguir subsistiendo.

Luego de proteger el búnker en donde se encontraba Morrison y uno de los pocos focos de resistencia que quedaban, los héroes de la primera piedra lograron localizar al resto de núcleos humanos que habían logrado sobrevivir, llevando el Escudo de los Dioses a cada uno de los refugios y creando así lo que ahora conocemos como Comunidad del Génesis.

Pero este respiro no significó una victoria, y los abominables nos hicieron recordarlo día tras día. Han pasado doce años desde que logramos poner una pared entre ellos y nosotros, pero a pesar de los años, a pesar de nuestra constante lucha, la extinción parece simplemente inevitable. Fueron veinticuatro focos de resistencia a los que les fue llevado el Escudo de los Dioses, catorce de ellos se convirtieron en ciudades, y actualmente son siete los únicos que quedan de pie además de nosotros, Atomic City.
Maxwell Boyd
Maxwell Boyd
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